HAY QUE DECIRLO.- Con la venia de los lectores; esta vez a unas horas de cumplir mis 70 décadas de vida, trataré de hacer un brevísimo recuento de los cambios de personalidad sufrida al paso de los años.

Hay recuerdos de la niñez, cuando las frías noches decembrinas las pasaba mirando al cielo en espera del hombre barbado, de ese personaje que viste de rojo, ese gordito personaje que viaja en trineo tirado por renos… Sí… La esperanza infantil mantenía fija la mirada en el cielo esperando ver la llegada de “Santa” trayendo mi ansiada bicicleta, no le pedía otra cosa, ni un regalo más, solo mi bici…La que nunca llegó.   Y; sigo igual, solo que ahora mi deseo lo representa una cámara Nikon Coolpix P1000, se la he pedido a Santa Clos y espero me la traiga aunque sea después de un lustro más.

Debí esperar a entrar en la pubertad con 12 años de edad, para hacer realidad la aparición de Santa trayendo mi bicicleta… Claro, con el producto de los ahorros de mi salario, conseguí comprar mi primera bicicleta… Me costó 150 pesotes de aquellos, los que pagué en módicos abonos a un tío en segundo grado.

Habiendo vivido una azarosa etapa juvenil, a causa de las una y mil tentaciones existentes en esa época, enfrenté, padecí y pagué el justo precio que cuestan los errores, de tal manera que considero un severo castigo de la vida que me hizo enmendar el rumbo.

Mis creencias religiosas se perdieron y no hay arrepentimiento, una vida durísima familiar en la etapa de niño-joven-adulto, puso a prueba mi tenacidad y súper ambición por aprender a defender mi integridad física; prueba lograda que al paso del tiempo produjo ganarme le respeto de muchos, de la mayoría, diría yo.

Me precio de conocer cada rincón de este pedazo de tierra que lleva el nombre de El Mante, mi cuna de origen, por lo que amo mi pasado, las estrecheces económicas de mi familia que no fueron impedimento para que reinase la felicidad, mis amigos de la infancia, muchos de los cuales han pasado a rendir tributo a la madre tierra, recuerdos, amo mis recuerdos y me siento plenamente orgulloso de todo lo pasado.

Ya en el presente, estos últimos días los he disfrutado al máximo con mis largas caminatas por esa gran red de calles de mi amadísima Ciudad Mante, evocando cada recuerdo con la captura de fotografías, las que he compartido con mis amigos de las redes sociales.

Creo que estoy adelantado mi despedida de este mundo terrenal, porque no pienso suspender mis andanzas por esas calles en las que hace años gasté la suela de mis zapatos, sudando a mares en tiempo de calor, mojado como sopa en tiempo de lluvia, sufriendo intenso frío, mientras recorría domicilios de personajes a quienes pretendía venderles su fotografía capturada en cualquier evento público o social, hoy las estoy recorriendo por puro gusto y, vaya que me place detenerme en cualquier punto para hacer remembranza de lo que antes hubo, de su gente, de los conocidos.

En esos drásticos cambios de personalidad sufrida, padezco de intolerancia a la incivilidad, ausencia de respeto y ordinariez mis más cercanos vecinos, de verdad les aborrezco, por no respetar la tranquilidad de los demás al hacer uso de sus aparatos de sonido con intenso volumen, dando cuenta de que entre más ruido hacen, más felices o contentos están, detalle que no tengo el menor interés en compartir con ellos, en fin, solo espero reciprocidad, si les respeto y guardo consideraciones, espero lo mismo, cosa que no ocurre.

Pues bien, la válvula de escape rindió sus frutos con este comentario, me resta agradecer a todos aquellos que pierdan unos segundos de su valioso tiempo, para leer estas tontejadas, además de guardarles gratitud por participar con sus comentarios en las publicaciones que hago de mi trabajo como periodista y como mantense bien nacido en este lugar…Qué la salud impere en sus hogares y la vida siempre les sonría… NI MODO, HAY QUE DECIRLO…