HAY QUE DECIRLO. – Sucede algo que no se entiende, o no quieren entender los ciudadanos.  – Se dice y se reafirma a cada momento que; al otorgar el voto a cualquier candidato, sobre todo a aquellos que buscan una presidencia municipal, la ciudadanía o el pueblo mismo, se convierte en patrón de aquel que fue candidato, y que al ganar la elección se torna en alcalde.

Es decir, desde el ayuntamiento, presidente municipal, síndicos y regidores, así como desde la administración pública municipal, directores de área, jefes de departamentos y empleados, sindicalizados y de confianza, también (literalmente), son empleados del pueblo.

Bueno fuera.

Así es la burlona expresión que sostienen los políticos demagogos para darse baños de pueblo; “soy su empleado, Ustedes mandan”, frases trilladas en discursos huecos.

Si de verdad el pueblo fuese el patrón de un presidente municipal, demás ediles, funcionarios y servidores públicos que representan un sistema de gobierno municipal, el pueblo asignaría los salarios que cada uno de ellos recibe quincenalmente, distribuiría con equidad los bonos económicos entre quien de ellos se hiciera merecedor de recibirlos, el pueblo se haría cargo de confeccionar la Ley de Ingresos y el Presupuesto Anual de Egresos, como patrón de esos políticos, el pueblo haría valer Leyes y Reglamentos existentes, entre otras muchísimas cosas más de relevante importancia.

Pero cruel verdad, después de otorgar el voto para hacer ganar a un candidato, el pueblo se da cuenta que tiene nuevos administradores de lo que dicen es el dinero del pueblo, la ciudadanía en general paga consecuencias derivadas de las irregularidades que cometen “sus empleados”, es más, el pueblo resiente la mayoría de las veces la dureza “administrativa” de esos, a quienes dio su voto, pensando con certidumbre que serían sus “empleados”.

Qué cosas, no.

Es más, el pueblo no tiene derecho a solicitar ninguna obra que beneficie a la comunidad, toda vez que “sus empleados” son los que deciden si es necesario dar respuesta a esa solicitud, o, sencillamente ignorarla.

Ahora bien, el pueblo, o sea el patrón, no tiene derecho a determinar, cuándo o porqué causas, debe despedir a esos, “sus empleados”, para el colmo, se está formando la nueva camada de nuevos empleados del pueblo… NI MODO, HAYQUE DECIRLO…