HAY QUE DECIRLO. – De siempre, los tiempos pasados han sido los mejores y, en El Mante no podría ser la excepción.

En alguna época pasada, El Mante se distinguió a nivel nacional como una tierra de conquista, una tierra promisoria, donde estaba asegurado a través del trabajo, el futuro de cualquier familia, de esa forma El Mante se convirtió en el punto central de atracción para gente de otros lares que llegó, trabajó y, aquí se quedó.

De inicio, la economía de los mantenses quedó supeditada a las labores del campo, a la producción agrícola, propiamente hablando, a la explotación de la horticulura.

En esas épocas anteriores, los agricultores mantenses dedicados a producir tomate, chile serrano, chile morrón, calabacita totume, zanahoria, cebolla, col, entre otras especies, simplemente lo hacían en superficies que podían atender personalmente y con reducida ayuda o mano de obra, es decir, el patrón también trabajaba.

De esta actividad dedicada a producir hortaliza, surgieron los capitales económicos más destacados de la localidad, había circulante y no existían segmentos sociales marginados, todo mundo trabajaba, modestamente tenían donde vivir, que comer, vestían y calzaban.

Llegaría el auge algodonero y con ese cultivo se despertaron las ambiciones de la mayoría de los agricultores mantenses, incluídos aquellos que vivían de producir hortalizas en pequeñas superficies de terreno.

La llegada del algodón ocasionó se abrieran a la agricultura descomunales extensiones de terreno, desaparecieron ancestrales montes, lo que consigo trajo años después el desequilibrio ecológico que, aun habiendo pasado muchos años no ha podido estabilizarse, de tal manera que los períodos estacionales quedaron extraviados.

Así como llegó ese boom de riqueza provocado por la productividad de algodón en cientos de miles de hectáreas, así llegaría la factura de cobro de la sabia naturaleza, cobrando a los «algodoneros»con alto costo de intereses haber desafiado la ecología.

Posteriormente el sistema de gobierno federal puso en boga un programa paternalista que sumergió en la ociosidad a todos los hombres y mujeres dedicados a la agricultura y la ganadería, bajo ese manto protector, quienes de  verdad trabajaron no tuvieron, ni tienen problemas económicos, en cambio los que disfrutaron las mieles producidas por la ayuda sin trabajar, han pagado y están pagando consecuencias, unos, vendiendo sus tierras, otros, rentándolas, otros más, hoy en día se desempeñan como empleados de quienes adquirieron lo que fueron sus propiedades.

Se ha llegado al punto en el presente, en el que la naturaleza sigue castigando a quienes la ultrajaron en su momento acabando con la floresta, es decir, hay ausentismo de lluvias, también el nuevo sistema de gobierno federal cortó de tajo los paternales apoyos que les proporcionaba, por lo que el campo mantense está en ruinas.

Ese descalabro que se vive en la comarca agropecuaria mantense, repercute en la economía de los mantenses que vivimos en la ciudad, ya que al mermar la producción en el campo, no hay dinero para activar compra de víveres, de ropa, de calzado y se dificulta cubrir los gastos que genera el pago  de estudios de los hijos de familia.

Obvio, esta situación tiene agonizante a El Mante como ciudad, sin esperanza de instalación de alguna o varias industrias que generen nuevos empleos, no obstante, existe la alternativa de retornar a la siembra de hortaliza en pequeñas superficies y, paso a paso, con trabajo constante, pretender recobrar todo lo perdido…. NI MODO, HAY QUE DECIRLO…